Tejes o traducciones ir a la Alianza, bajo las órdenes de Madame De la Rue.
Pour Bomb de Qué
¡Jala! ¡Jala! ¡Jala! ¡Jala! ¡Jala! ¡Jala! ¡Jala! ¡Jala! ¡Jala! ¡Jala! ¡Jala! ¡Jala! ¡Jala! ¡Jala! ¡Jala! ¡Jala! ¡Jala! ¡Jala! ¡Jala! ¡Jala! ¡Jala! ¡Jala! ¡Jala! ¡Jala! ¡Jala! ¡Jala!
(Pausa, plato vacío)
Nosotros, los representantes de Le Guetó, afirmamos que los atentados de hace seis años contra Charlie Hebdo no sólo ya quedaron en el olvido de la sociedad hipócrita sino que nada tienen que ver con nuestras células de barba dub ubicadas estratégicamente alrededor de Francia primera cuadra.
Al igual que los gerentes achupinados o vendedores radiales de pescado podrido, muchos han tratado de acusarnos de golpistas. ¡Falso! ¿Cómo podemos atentar contra nuestra cultura? Nosotros elegimos a Gueturro, pero podemos convivir en armonía mientras ustedes dejen sus monoambientes pintados y las plantas regadas. Es más: apuntamos a la tregua. ¿Acaso no hemos pagado con sangre y honorarios nuestros aciertos editoriales?
La dudosa muerte de doce burgueses en Café París no ha hecho otra cosa que eclipsar el atentado que en carne propia hemos sufrido en nuestras oficinas, cuya dirección se encuentra bajo secreto de sumario.
Sí: mientras ustedes escribían cartitas de apoyo a París y en nueve meses va a tener que ir al registro civil a inscribir al bebé, a nosotros el coche nos llegó con una bomba adentro de una carta. Lamentablemente el sobre fue abierto por Gilda, de triste pasado en las rutas y habitué de Ashanté (Encantada, en francés). Si bien el sobre olía a incienso, adentro había una publicidad de Ala. Nuestra Gilda, mezquita para soltar billete, usaba Camellito. Sin leer la letra chica con un fragmento del Corán, hizo un bollo de papel y sin tiempo para pecar por última vez voló por los aires con yerba mate, esmalte de uñas y otros expedientes.
Con ánimo de hacer las paces y parar esta absurda guerra santa, invitamos a nuestros enemigos del comercio y los falsos periodistas del papel a un sentido minuto de silencio. Serán sesenta segundos de profunda reflexión a las veras del complejo Natalio Mirkin, donde luego daremos inicio a la lluvia de cohetes y al tributo Yo soy Gilda, que es casi lo mismo. Quedan ustedes cordialmente invitados. La profecía nunca falla: vamos a pasarla bomba.